COPLAS DEL MONJE ORENGARIO


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COPLAS DEL MONJE ORENGARIO
MIENTRAS REZABA EL ROSARIO
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Por el bosque, a hora temprana,
el monje fray Orengario
salió a recoger sus hierbas
mientras rezaba el rosario.


Cuajaditas de rocío
y de orines de raposa,
de escupitajos de sapo
y saliva de babosa,
las hierbas medicinales
resultaban más sabrosas,
más recias, más untuosas.

Una amanita muscaria
encontró el monje Orengario,
rodeada de enanitos
que, encantados y excitados,
viendo que el monje ofuscado
les pisaría la fiesta,
pues le echaron el mal fario.

Con un ojo deslumbrado
y el otro centelleando
-el tercero no se mienta-,
comió el monje de la seta,
y el cuitado, entre sus hierbas,
después de un buen colocón,
recogió otras amanitas,
esas rojas con pintitas,
para su destilación.

¡Ay, amigos!, qué jolgorio
se corrió en el monasterio:
todos saltaban de gozo
felicitando a Orengario
por aquel nuevo licor
que tales visiones daba:
vieron a san Gabriel
maquillándose las alas,
y a serafines diez mil
cortejando de perfil,
y a san Zoilo, buen patrón
de cierta congregación,
y a santa Teresa, esa
que a todos ganó en visión.
¡Bendita alucinación!
San Gregorio y Ulpiano,
san Venancio en el piano,
componían un terceto
junto con Pascual Bailón,
que alborotaba el convento
con tales saltos mortales
que confesar no podía,
pues que no fueron pecados.


Desde entonces, Orengario,
por la mañana, temprano,
mientras rezaba el rosario,
se alió con los enanos
que, a cambio de botellines
de licor a su medida,
le consiguieron muscarias
que cambiaron su vida,
pues al convento llovieron
los pedidos a millares,
y los euros afluyeron
como lluvias celestiales.
Un buen colocón a tiempo,
siempre después de un rosario,
es el consejo que hizo
famoso al monje Orengario.

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EL GAITERO DE LAS PEÑAS (FEROCES)

Estampa antigua cedida por don Venancio Carvantes, de Oviedo.