ESPERANÇA LLEU...

LLEU ESPERANÇA...


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5/6 - 3 – 12

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Podria ser que... hi ha una remota oportunitat que... el cèlebre “llibre dels collons” es desencalli. Que “Al meu cap una llosa”, després de 26 anys de lluita pogués ser “enviat” a l’anglès i al castellà. Com que la traducció anglesa ja està feta i pagada per mi, esperem. Però la castellana me la vaig fer jo i, amb els anys, veig que necessita un repàs. Copio tan ràpid com els rodaments de cap em permeten (vaig passar un dimecres negre que no explicaré ara). Són vora 200 pàgines. Us en vull passar uns fragments que m’agraden. És un llibre dur, però aquests fragments són tendres. Els copiaré per etapes.

* FRAGMENT 1 *

La niña Rose tuvo su casa-árbol y era su refugio. Se hubiera dicho que lo recobraba y eso mismo le parecía a Leslie, que escuchaba con los ojos absortos en las llamas inquietas. Habitó en una madera viva, olorosa y cálida, con brotes primaverales, soledades de invierno y con latidos propios. Corría entre los niños que sabían también de las soledades exteriores; acudían a la madre y ésta intentaba poblar sus espacios interiores con elementos imaginarios a la medida de las pequeñas comprensiones.

Cortaban patrones en papel sedoso y los probaban prendidos con alfileres sobre los trajes. Cosían nociones de vida, dibujadas en el aire, y las adaptaban a la vasta amplitud de la imaginación que se estrenaba, no trabada aún, no poseída, transparente, inmensa. La abrigaban.



Los hombres y mujeres que trazaban los primeros dibujos en las mentes infantiles, habían de tener sumo cuidado en emplear materiales de buena calidad: que el pelaje de los animales fuera cálido y suave; que la madera de los muebles fuera lisa y fuerte y los niños pudieran correr por el interior de las leyendas y los cuentos sin caer en las trampas crueles; que la lana fuese dulce y que el frío no acabase totalmente con los príncipes felices, la vendedora de cerillas y las hadas que peinaban a los cachorrillos en invierno.

Pero los príncipes, vendedoras y hadas, si bien eran infortunados hasta provocar el llanto de niños y niñas, no morían realmente. Después eran encontrados sonrientes en el interior de salitas iluminadas o en regiones abrigadas y confortables. No. Entre la muerte total y descarnada siempre existía la protección de la ventana con bastidores de roble, quizás una barra de hierro y cortinajes holgados que impedían el paso del viento del norte.

La sombra del árbol-casa era el refugio de los animalillos diminutos, con su mundo de color de avellana, satinada y rubia; habían revestido el interior de un verde tapizado de musgos exquisitos que los telares humanos trataban de imitar sin conseguirlo. Interiores dorados, beiges cálidos, amarillos más oscuros, rojizas cortezas perfumadas, donde todo estaba seco, al abrigo de las lluvias otoñales y de la nieve y las heladas que consolidaban el silencio invernal.

A veces, en los bajos del árbol se admitía al oso, que entraba a acurrucarse para una larga temporada. Transmitía el espíritu del sueño y era un sedante que beneficiaba a los habitantes de la casa.

(Continuarà)

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Collage d’OX